El concepto de dignidad en el empleo y el de calidad ocupacional comprenden no solo aspectos referidos al salario justo, la protección social y condiciones ambientales adecuadas para las personas trabajadoras, sino que también incumben a las relaciones vinculares y a las relaciones interpersonales en el ámbito laboral.

La dignidad es un concepto tan profundamente emocional e inherente a cada una de las personas que no depende de lo que hacemos como «el respeto», sino que se debe simplemente a lo que somos. Por eso representa un puente de conexión entre las personas que, bien gestionado, puede evitar muchos conflictos, ya que se puede emplear para favorecer la comprensión y, por lo tanto, impulsar una comunicación efectiva.

Cuando en una empresa se pone encima de la mesa no «el tema de conflicto» sino la dignidad dañada (línea roja de cada ser humano), se empieza a generar un caldo de cultivo para poder llegar a un acuerdo. Entender que cada persona es digna es un buen comienzo para empezar a avanzar en una conversación que puede llegar a buen puerto y, sobre todo, es un concepto que permite generar ambientes en los que las personas fluyen mejor, lo que se traduce en un aumento del bienestar y, por lo tanto, de la productividad.

La gestión del fracaso pasa por encontrar la forma de observar en el error un espacio de aprendizaje que motive a la persona emprendedora a seguir adelante con su idea de negocio.

Transformar esa mirada social de juicio ante los errores, permite que las personas vayan soltando el miedo al fracaso y puedan observar la oportunidad de crecimiento que va de la mano de no lograr siempre los objetivos planificados. Acercar esta nueva forma de observación, desde la mirada de la inteligencia emocional, es una forma más de impulsar al tejido empresarial gallego.